sábado, 18 de julio de 2009

Frente al Mausoleo Vimos a "Ese Criollo Rodeau...Rodeau"...


Allá lejos, entre la niebla, apenas se visibiliza el Jefe. No obstante luce tan cerca del corazón de los jinetes con él embanderados.("El Observador").Pedro Graña Castellanos arenga a la multitud.(Diario La Repùblica). Un apretón de manos entre el Presidente de los Orientales y el centauro bombero de la marcha reflectora de emociones. (Web Presidencia de la República.) Un homenaje floral entre la multitud desafiante de las inclemencias probatorias del mal tiempo ...y caras comprometidas.(Diario "El Paìs).

















Los jinetes mercedarios que habían partido diez días atrás rumbo a Montevideo llegaron por el mediodía, junto a otros centauros conciudadanos de distintos pagos, al Mausoleo de Plaza Independencia de Montevideo para testimoniar intenciones colectivas de importantes sectores de la nación que no desean-deseamos- que los sagrados restos del Jefe Inmortal sean trasladados a un Museo, tal lo demandará una ya anunciada disposición presidencial.
Un museo es sitio para hacer pedagogía.Un Mausoleo se erige para la reflexión funeral entre dos almas, una sutil, otra que en su momento lo será.
La jornada parecía misteriosamente nostalgiosa a ojos de todos; otra vez una rubendariana sinfonía en gris mayor del pleno julio hibernal de un día dieciocho que subrayaba los celestiales escenarios metropolitanos.
Sin embargo no fue necesario el sol astronómico porque desde el tremolar de las franjeadas banderas bicolores , partieron sentimientos aúlicos desde el corazón mismo del simbolismo astral de la señorial enseña nacional.
Montevideo fue toda una luz. No ardió, como tampoco ardió París, pero si hubo un escalofrío indefinible en la nota mortuoria, efluvios de esa congregación de paisanos y corceles, pabellones, flores cariñosas y palmeras, jóvenes y viejos, niños y pájaros húmedos… y esas lágrimas que no por aguardadas parecían furtivas cuando se intentaba frenar su rodar al tiempo que sonaba en silencio póstumo un himno estremecedor de cercanas campanas doblando, lúgubres, su cántico repicante y taciturno.
Al parecer quien, por posición central asomaba como líder de la caballada, poncho blanco,vivos celestes periféricos y boina celeste vizcaína, llevó mansa la brida hacia el señor elegante de gabardina impecable y paso seguro que se acercaba caminando e interceptó la columna hípica en la Avda. del Libertador, seguido de fiel compañía.
Desde que descendió rumbo al encuentro, la bandera del fino automóvil aparcado en la cercanía del lugar indicaba su condición:Presidente de la República Oriental del Uruguay.
Los dos hombres, el de a caballo y el magistrado mayor de los uruguayos, Dr.Tabaré Vázquez, se dieron respetuosamente la mano e intercambiaron gestos cordiales y breves palabras.
No las oí.
Quiero imaginarlas con el deseo que sean favorables a mi subjetivismo.
Los hechos en su momento darán la interpretación de lo que no escuché.
Pero rescato, más allá de todo posterior resultado material, la dignidad del Sr.Presidente al ir a recepcionar a sus hermanos compatriotas que venían a alcanzarle desde el suelo donde “Nació La Patria” una muy cara revisión frente al anunciado suceso que hirió sus sensibilidades cargadas de afectos patriarcales.

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