viernes, 24 de agosto de 2007

Enrique Jardiel Poncela,"deportado" del Uruguay con su fino humor

Enrique Jardiel Poncela
En el período de la 2da Guerra Mundial la genérica posición antimperialista del Dr.Luis Alberto de Herrera –“allá ellos los rubios del norte”- le costó dicterios e improperios como el de “nazi, a la cárcel”. También en ese ciclo, el célebre humorista español Enrique Jardiel Poncela, que a sala llena deleitaba a los montevideanos en el Teatro “Artigas”, hubo de bajar el telón por la presión de quienes no simpatizaban con el franquismo hispánico, siendo intolerantes con el artista.
Al nacionalista blanco poco le importó las acechanzas del fanatismo:”Mi copa es pequeña, pero de ella bebo yo”, sentenció Herrera.
Jardiel, en tanto, con desazón, dejó el país que tanto había festejado sus obras hilarantes sin recompensas de ninguna devolución fraterna.
Hoy el bloguero de www.montevideo.com ,que firma con el seudónimo El Capitán Fracasse, rescata una carta publicada por la hija de Jardiel Poncela, letra de su padre, donde se destaca el pesar que experimentó el comediante por lo que consideró incomprensión uruguaya. Años aquellos en que vivíamos los bélicos sucesos internacionales muy lejos del mostrador real, con pasivas actitudes en defensa de lo que creíamos mejor que, en modo alguno, compensaba el ofensivo y exagerado histrionismo verbal, un verdadero bulo por falta de concreciones. Tal es así que fueron muy pocos los que se enrolaron en las milicias que ofrecerían su arrojo en los campos de España primero y en el resto de Europa después. De Mercedes fueron Luis Tuya y Gil Méndez, ambos aviadores.El primero murió en combate.El otro volvió héroe al servicio de la Francia Libre. De Dolores, el gigante Padilla, trepador victorioso por dos veces al infierno del Monte Casino en la Italia peninsular.
Pero volvamos a la carta de Jardiel con los aspectos que nos interesan:
..."se ve, amigo mío que, a fuerza de tratar con malos españoles, los uruguayos han olvidado cuáles son los principios caballerescos de los españoles de veras y genuinos: inconvenientes de aceptar “refugiados” confundiendo la delincuencia con la diferencia de opiniones políticas. Y a eso se debe el triste fenómeno que en mí mismo comprobé yo, en virtud del cual la ciudad de Montevideo deja insultar, calumniar y marcharse injuriados —como me paso a mí— a los verdaderos españoles. Y, claro, que con el tiempo las cosas cambian y que luego he recibido de Uruguay cartas como la de usted, pero... aquel daño ¿quién lo borra? Aquellos perjuicios económicos, aquella injusticia, aquellas afrentas ¿quién las desvanece del recuerdo? Nadie. Nadie ni nada, amigo mío. Yo, le confieso, aún siento, al pensar en todo aquello, una irreprimible repugnancia... Porque nada tenía entonces que reprocharme ni en política (de la que siempre viví y he vivido alejado) ni en nada; y debuté en el “Artigas” con mi Compañía y sólo trataba de divertir a los habitantes de la capital uruguaya con mis comedias... Y el resto ya lo sabe usted, que entonces tenía 20 años. Se me “insultó” acusándome de falangista, de franquista y de fascista y de no sé cuantos “istas” más, se asaltó una noche el teatro con esas nobles armas que se llaman alquitrán, huevos podridos y palabras soeces; se hicieron allí desperfectos por valor de 2.000 pesos, y se amenazó con repetir a diario la hazaña. La empresa me hizo comprender que viviría mucho más feliz a partir del instante en que me viera a mí subir al barco de la carrera en unión de mis cómicos...Me fui al día siguiente, dejando atrás de la popa aquella estela de insultos no contrarrestados por una sola voz amiga. No, no me fui satisfecho. ¿Y la intelectualidad de Montevideo? ¿Y los artistas? ¿Cómo ni uno solo de ellos se irguió para defender a un compañero español injuriado suciamente, sin causa? No hay respuesta que yo deba dar. Preferible dejar la respuesta en el aire. Y en el aire la dejo y queda.Nadie me defendió como hubiera sido no sólo lo justo, sino lo elegante. Y yo no me quise defender a mí mismo, porque hacerlo era contrario a la elegancia; y había que ser elegante con quien no lo era. ¡Pero mi defensa resultaba bien fácil! Contra la “acusación” de falangista, me hubiera bastado con decir —como era y sigue siendo la verdad— que yo no he pertenecido nunca a la falange; contra la acusación de ser partidario de Franco, me hubiera bastado, también, con decir que decir partidario era poco decir; que yo con respecto a Franco siento algo mucho más profundo: siento idénticos sentimientos que siento respecto a España; pues Franco y España son sinónimos y significan lo mismo para todo buen español, puesto que sin Franco, España hubiera muerto en el verano de 1936 y hoy España sería una república soviética: esta es también la verdad, aunque los traidores a España no quieran confesárselo así; y contra las acusaciones de que yo había llamado en una ocasión “memocracia” a la democracia que hubo en España, yo jamás hubiera dicho de ella una cosa tan vulgar y tan amable: lo menos que la hubiera llamado hubiera sido “asesinocracia”, que es lo que fue, mientras imperó a sus anchas en Madrid, Barcelona, etc., desde febrero de 1936 en que subió al poder esa “democracia española” (?) hasta el 28 de marzo de 1939 en que las tropas de Franco entraron triunfantes en Madrid, iniciando el principio del fin de la guerra española.No dudo lo que me decía usted en la suya de que a pesar de lo ocurrido en el “Artigas” en 1944 tengo yo ahí mucho lector e incluso mucho admirador, pues los cinco días que me dejaron teatralmente en aquellas fechas, la sala del “Artigas” se vio siempre llena de un público entusiasta, pero ninguno de aquellos entusiastas tuvo entonces independencia de espíritu suficiente para venir a darme la mano de amigo, temerosos todos, sin duda, de caer en desgracia por ello ante sus compatriotas para in aeternum...¡Cuánta ingenuidad temer a la eternidad en posturas políticas...! En aquel mismo año del 1944, Inglaterra hacía la guerra aliada con Rusia, pero sus agentes y las fuerzas militares de Gibraltar que subían a registrar los barcos, registraban únicamente los equipajes de las personas sospechosas de simpatía con Rusia. A mí —ni a la ida, ni a la vuelta—, no me abrieron ni un solo baúl... y me trataron no con el máximo respeto, sino con la mayor afabilidad. ¿Por qué? Porque sabían que yo era un ciudadano decente y seguro, es decir, de los de Franco. O sea de los que garantizaban con su sola presencia en España que Rusia no se acercaría a las proximidades de Gibraltar avanzando a través de España.Total: que el Uruguay de 1944 (y quizás aún el de hoy) era más papista que el Papa y más rusófilo que la aliada de Rusia, Inglaterra, cual ya en 1944, no se sentía ni una pizca rusófila"... (continúa)
Años atrás el amigo Pujadas, mientras trataba de recuperarme en el taller de CX 121 un grabador roto, supo trasladarme la anécdota de “La Tournée de Dios” de Jardiel Poncela que dejó en mí a vivero la semillita de la curiosidad.Fue muy acertada la descripción de la recomendación del viejo amigo entre cables y transistores. Felizmente se produjo la germinación cuando, por puro azar, pude comprar el libro en una casual gira por la feria de Tristán Narvaja.Quizás para un creyente de recia fe clerical, era una grande blasfemia el contenido de los desopilantes capítulos. La memoria más inmediata me trae la evocación del pasaje de Dios Padre en su “tour” por la Tierra. Declaró, más apurado que avispero de periodistas ante Mujica -el gran modelo top del humorismo criollo desde que se fue Tortorelli- que el aterrizaje del Hijo de Dios fue una desobediencia que jamás sugirió, producto de una travesura adolescente…pese a los 30 años del nazareno humanizado. Cuando Dios Padre censuró al unigénito, ningún cristiano del Siglo XX quebró una lanza por el torturado del Gólgota, pese a que lo adoraban con una imagen cruceña colgada, cadenita al pecho. Nuevamente solo Jesús como cuando se prefirió a Barrabás. Algo lejanamente similar a la soledad que sintió Jardiel en la carta de marras ante el abandono de los inmisericordes montevideanos que días antes lo habían aplaudido tan frenéticamente en el “Artigas”. Dolor de desencanto. Dolor de repitencias en muchos campos. Ayer víctores para tantos; hoy hachas cortando árboles caídos.Y pasado mañana los nuevos ídolos del actual gay trinar, tendrán, seguramente, su noche de cristales rotos. Son ciclos y zigzagueos del boomerang de la Vida.Pocos se escapan. “...¡Cuánta ingenuidad temer a la eternidad en posturas políticas...!” expresa en una parte de su epístola don Enrique. Si supiera (falleció por el 52) de los travestismos políticos que deambulan por el Montevideo 2007…¡ con tantas volteretas ideológicas que ayer se declamaban con giros rotatorios! Es muy veleidosa la probidad de los hombres, como también lo dijo en su oportunidad por 1813 otro solitario, el de la selva paraguaya de Caraguatay.
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